Tipografía

Hacia 1950 se ponen a punto las primeras máquinas de fotocomposición, y en 1967 la primera fotocomponedora con tubo catódico para lograr altas velocidades.

Los tipógrafos de este momento dependen de las nuevas tecnologías, y por encargo de las grandes casas de composición se comienzan a desarrollar tipos muy versátiles y con familias muy extensas, generalmente góticos. Es el caso de Univers, concebida en 1950 para la composición en metal y para la fotocomposición al mismo tiempo. Fue diseñada por Adrian Frutiger con casi veinte variaciones de un mismo ojo de palo seco.

Helvetica es un diseño de Max Meidinger en 1957, que se ha convertido en un estándar de las modernas impresoras láser. Por otro lado, por su legibilidad en titulares, ha alcanzado una gran difusión en señalización, educación u publicaciones técnicas.


Optima es, como Cooperplate, a principios de siglo, una letra singular por sus pies abocinados. Sugiere un pie que realmente no existe, lo que hace difícil enmarcarla entre las con serif o entre la sin serif. En realidad, no es importante saber a que grupo pertenece; es más interesante reseñar sus virtudes: gran legibilidad en cuerpos pequeños y las ventajas de las góticas en cuerpos mayores.

Novarese entre 1952 y 1960, desarrolla Microgamma y Euroestile, tipos de palo seco, pero con un marcado carácter cuadrangular, a diferencia de sus antecesores góticos.

En los años 60 y 70 transcurrió un periodo «psicodelico». Este fue el detonante y la inspiración de los nuevos caligrafos y diseñadores de tipos, tales como Donald Jackson en Inglaterra y Herb Lubalin en EE.UU. Avant Garde fue diseñada por Herb Lubalin en 1962. Es una letra con un estilo muy marcado para titulares (para ello fue concebida), pero cansada e ineficaz en texto corrido. La Lubalin es una variante serif desarrollada por el propio Lubalin.

A lo largo de los años 70 continuó esta efervescencia caligrafica y en 1973 se instala en EE.UU., en el periódico Hartford Courant con la primera fotocompenedora láser.

En Suiza, en 1974, se comienza a manipular los caracteres en sus dos dimensiones, estirándose o ensanchandose los tipos a voluntad mediante anamorfosis. Este factor, que determinó la llamada segunda generación de la fotocomposición, supuso también el principio del fin del sistema tipográfico tradicional.

Progresivamente, la fotocomposición, y más tarde la autoedición, han desplazado casi definitivamente a los sistemas de composición en metal.