Pintura

Arte "contemporáneo" (siglo XX)


En el arte del siglo XX, como en todos los ámbitos de la vida contemporánea, la ruptura con los módulos tradicionales es una de las características esenciales. El constante cuestionamiento de los convencionalismos convierte en un valor en sí misma a la transgresión por el mismo hecho de ser provocativa, con que la provocación termina fijándose como una convención más, y por tanto, generadora de oposición tanto desde una óptica subversiva como conservadora.

Los constantes avances científicos acostumbran a individuo y sociedad a dar por sentado que las posibilidades para el desarrollo de cuotas cada vez más altas de bienestar y consumo sólo está frenado por obstáculos sociales y políticos que cada vez tienen menos sentido; o al menos cada vez se soportan con menos paciencia, se denuncian y no dejan de ser removidos, bien sea por el reformismo social e institucional, bien por revoluciones de muy distinto signo, movilizaciones de masas y las más violentas y mortíferas guerras de la historia.
La propia personalidad del hombre es objeto de cuestionamiento, a través de los obscuros caminos del inconsciente desvelados por el psicoanálisis. El artista ha accedido a su completa libertad, o al menos es lo que de él se espera, en una nueva función social que lo equipara a poetas y pensadores (los intelectuales) que se supone que han de interpretar la realidad y señalar los caminos de futuro.

La técnica por un lado, pone al hombre en posición de poder intentarlo todo; pero no sin crearle al mismo tiempo una nueva esclavitud: la de la máquina, un mundo repetitivo de una intensidad agobiante que, pese a su comodidad, produce un gran desasosiego e insatisfacción, que el arte expresa a través de la irracionalidad.

Cambios ocurridos


Para comprender el arte contemporáneo hay que tener en cuenta los cambios experimentados en las primeras décadas del siglo XX:

  • La divulgación de la fotografía vació de sentido la representación «ilusionista» de la realidad
  • El desarrollo del imperialismo permitió descubrir otras culturas (la escultura negra y oceánica, la pintura australiana y amerindia, etc.) y con ello se confirmó una sospecha de las vanguardias: el sistema figurativo dominante desde el Renacimiento es una mera convención, nada natural o innata.
  • La agitación y el ritmo creciente de la vida cotidiana puesta de manifiesto por los primeros trenes eléctricos, el uso del teléfono, los primeros coches familiares—el famoso modelo T de Ford— atenta el trepidante cambio de las vanguardias: cubismo, fauvismo, expresionismo, modernismo, surrealismo, arte abstracto, se sucedían y se superponían como los primeros pasos elevados construidos en las ciuda industriales.
  • El progreso científico, en particular el psicoanálisis y la teoría de la relatividad, ponen en evidencia que la experiencia común no es la más verdadera. En consecuencia, a los artistas no les interesa una transposición mecánica de la realidad, no se fían de las apariencias, buscan la esencia de las cosas.  Esta ambición tan metafísica se traduce en una afirmación de la subjetividad en el tratamiento de tenace de los que a veces prescinden como el arte abstracto.

Primera mitad del siglo XX: Las "Vanguardias"


Las denominadas vanguardias históricas de la primera mitad del siglo XX tienen su fecha de nacimiento en la irrupción de los fauves en el Salón de Otoño parisino de 1905. La fuerte personalidad y voluntad de estilo de los artistas hace imposible clasificar a muchos de ellos en un sólo estilo o movimiento. A ello también contribuye lo efímero de algunos de estos, que agotan su capacidad de atracción o su impacto provocativo en pocos años. Además, como en el Renacimiento, muchos de estos artistas no se limitan a un arte y son a la vez pintores, grabadores, escultores, fotógrafos, cineastas, etc. Especialmente en el caso de los arquitectos, cuya formación profesional les empuja a expresarse en todas las dimensiones del espacio y de las otras artes plásticas.

En la primera década del siglo XX, la tecnología realizaba rápidos progresos, pero aún estaba lejos de haber penetrado completamente en la vida cotidiana de la mayor parte de los europeos.

Solía admitirse que el arte era, y debía seguir siendo, asunto de un grupo que era muy reducido, formado por la aristocracia, la plutocracia y la clase media acomodada y culta, su principal componente. De modo significativo, la dirección de las empresas estaban en manos de la clase media, y aunque los Fauve de 1905 eran verdaderas "bestias salvajes", como jocosamente los habían apodado los críticos de moda, no amenazaban más que la tranquilidad de un pequeño grupo social.